miércoles, 22 de septiembre de 2010

LOS CIEN AÑOS DE LA UNAM

Hay de fiestas a fiestas. Dejando de lado la cuestionada autenticidad de los festejos por la “Independencia” de nuestro país, hay una fecha que sí vale la pena recordar, celebrar y reflexionar en torno a ella: el centenario de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). No reseñaré aquí su historia, pues es fácilmente consultable en libros, enciclopedias o cualquier fuente electrónica.
Prefiero reflexionar breve, sencilla y humildemente en torno a la institución. Nada espectacular, simples sensaciones e impresiones.
En nuestro país existen, aproximadamente, 4500 universidades entre públicas y privadas. Esta cifra nos da una idea de la cantidad de instituciones superiores existen en todo el mundo, y México no se ha caracterizado por tener una política educativa sólida, estructurada, eficiente, suficiente, progresista, vanguardista, preocupada, desinteresada, lógica, sistemática, metodológica, integral, en fin, útil al progreso nacional y humano. Sin embargo, pese a los malos manejos administrativos en materia educativa, la UNAM se levanta como nuestra reserva de cultura y ciencia y arte y educación y deporte y ejemplo de que somos lo que queremos y llegamos hasta donde nos planteemos como meta.
Por supuesto que hay muchas escuelas privadas muy caras y con un renombre ganado principalmente con dinero, influencias y contactos, pero ninguna —ninguna— puede erigirse ni acercarse siquiera a esa especie de conciencia académica y social que la UNAM es (Pepe Grillo humanitario-científico), ajena a intereses monetarios, partidistas y egoístas. Aquí no importa si llegas en auto o a pie, si tienes apellido ilustre, si tus parientes fueron virreyes, si usas moda de Europa, sólo importa lo que quieres llegar a ser y a hacer. Es la democracia mejor entendida y aplicada.
Estar en la UNAM es entender lo que es la libertad de cátedra, de aprendizaje, lo que es la libertad en sí; por eso, es difícil callar un espíritu que entendió lo que es ser libre y expresarse sin temor a equivocarse o a cuestionar lo establecido por costumbre (“Por mi raza hablará el espíritu”): el espíritu universitario es el que llega a preguntar con sabia ingenuidad, con ojos frescos, sin dar nada por sentado, por eso ser universitario es ser transgresor, es ser peligroso para el status quo, es el que abre el entendimiento de sus semejantes, es el que siembra la semilla de la curiosidad que es el principio del conocimiento, es el que los grupos de poder quisiera comprar pero no hay dinero que alcance.
Debemos festejar a la UNAM aunque no hayamos tenido la oportunidad de estar en sus aulas, es parte de todos los mexicanos, es más grande que festejar a la selección de futbol y es un auténtico motivo de orgullo.
¿Premios Nobel mexicanos? Tenemos tres y todos ellos egresados de la UNAM.
¿Premios Cervantes? Contamos con cuatro, claro, todos ellos de la UNAM.
¿Príncipe de Asturias? Además de que la UNAM fue condecorada con este premio en 2009, contamos con ocho merecedores de ese reconocimiento y sí, todos ellos de la UNAM.

¿Hace falta decir más?

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